Como muchos otros, mantengo una auténtica guerra fría, soterrada y sucia. Como muchos otros, me veo obligado a hacer cosas que avergonzarían incluso a algunos políticos. Como muchos otros mantengo una competición de logros absurdos e insultos corteses. Como muchos otros, tengo un cuñado.

El tipo es un imbécil descomunal que viene a casa los domingos para presumir de sus logros: una casa enorme, un coche que cabe en el garaje por los pelos, un perro con pedigrí muy bien educado que pide las cosas por favor y unos hijos muy inteligentes (espera, creo que he confundido los términos entre el can y los niños… bueno da igual).

El caso es que el fulano se permite entrar por mi casa y pasearse por mi jardín con la excusa de que se casó con una mujer estupenda (ya sé que es estupenda, so cretino: es mi hermana). Y se da el lujo de echarme en cara lo bien que le va, lo feliz que es y qué guapo soy y qué tipo tengo

¡Es la guerra!

Pero la última ha sido la más grave: ha venido diciéndonos que tenemos que pasarnos por su casa este verano, que se está haciendo instalar una piscina in-cre-í-ble. El tío imbécil siempre silabea cuando quiere destacar las bondades de las posesiones que le encanta restregarme por la cara. Por suerte, como todos los iletrados, su vocabulario es muy reducido, de modo que todas sus pertenencias, de mayor o menor lujo, se califican como in-cre-í-ble o a-lu-ci-nan-te. Él, sin embargo, es ton-to. Pero ese es otro tema.

El caso es que esa piscina ha sido la declaración intencionada de una guerra que se veía venir. Una cosa es presumir de lo que tienes y dejar que el rival pueda reaccionar y otra es instalarse, por toda la cara, una piscina con el verano ya encima, sin tiempo para que tu cuñado, el hermano de esa esposa a la que dices adorar, pueda planificar la contraréplica…

¡Ay, amigo! Verdes las has segao

Apenas se han ido, después de comerse mi paella y beberse mi whisky (el vino, aspirante a flojucho, lo ha puesto él), me he puesto a trabajar en el plan. Hay muy poco tiempo, pero algo podrá hacerse.

Con poco dinero

Por mucho que mi sufrida esposa se haya empeñado en que lo deje estar y reconozca mi derrota, que no ganamos ni la mitad de lo que ganan ellos, yo siempre he sido de los que piensan que el ingenio es más importante que el dinero y que no quiero quedarme atrás ni para echar un vistazo a los glúteos de mi señora (o de la de otro).

Tras pedir presupuesto de la obra y de la instalación de una piscina de buen tamaño, con su depuradora soterrada, que se va a llevar más de la mitad del jardín, he calculado que el dinero disponible para complementos va poco más allá de tres o cuatro mil euros si quiero pagar los plazos del coche –por suerte, he terminado con la hipoteca, heredada, hace unos meses-. Adelante: el caso es que la envidia le corte la respiración mi cuñado.

Qué necesito…

Entretanto, me he puesto a mirar qué complementos puedo o debo instalar y… ¡uf!, tengo todo un mundo. Vamos con los imprescindibles: de momento, como tengo césped natural, no voy a colocar del artificial. Pero necesito algunas cosillas más:

Aparte del limpiafondos, en cuya elección podría perderme, de tan amplia que es la gama, voy a colocar una escalerilla de metal, antideslizante. Y como la piscina en sí se me lleva casi todo el presupuesto, la voy a poner yo mismo. Ya viene con anclajes, de modo que no es complicada de instalar.

Necesitaré también una ducha. Pero, como no soporto usar agua fría aunque me vaya a meter inmediatamente a la piscina voy a poner una ducha solar. Es tan sencillo como que el propio sol calienta el depósito del agua, sin gastos extra.

… Y qué lujos me voy a permitir

Ahora, la parte que me encanta: mi hermano político me va a odiar mucho cuando vea que he instalado, con estas manitas, un proyector de colores LED para cuando anochezca, boquillas para el cañón de agua, de modo que me den un masajito al volver del trabajo y una cascada de agua digna de cualquier spa.

Si tuviera que pagar por que la instalaran, la cascada se quedaría en la tienda, pero es que la puedo poner yo mismo sin complicarme la vida en absoluto. Lo único que requiere para funcionar es una bomba de 2 CV.

Pero el remate, lo mejor de todo, es el equipo de nado contracorriente que me voy a colocar, de modo que genere, impulsando aire y agua, la sensación de estar nadando en un río, sea tranquilito, sea de aguas más bravas.

No: no me he pasado del presupuesto. Son todos complementos muy fáciles de instalar, de modo que me ahorro la mano de obra, y a unos precios como sólo puedes en los complementos como los de Hydrosud Ibérica.

¿Un bañito, cuñado?